
En los últimos años –1987, si es posible establecer una fecha, los intereses de varias disciplinas tradicionales (antropología, historia, sociología, psicología social, filosofía de la ciencia, ciencias cognitivas, comunicación;convergieron en apreciar en los fenómenos tecnológicos un campo que demandaba un tratamiento autónomo y único, es decir, válido en sí mismo, creándose programas nacionales o institucionales de investigación que recibieron el nombre genérico de estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
Una noción de ciencia que utilizo con alguna frecuencia es la que desliza el biólogo y epistemólogo chileno Francisco Varela (1998:13): “la ciencia (...) [es] el conjunto de científicos que definen qué debe ser la ciencia”. Esta noción se comprende ubicándola sobre el fondo de las tendencias construccionistas, contextualizadoras y relativistas que pugnan por dialogar y posicionarse en el debate epistemológico y político, al menos desde la década de los ‘60 hasta nuestros días. Estas tendencias, forman parte del elenco que generó la “reacción antipositivista” inaugurada por Thomas S. Kuhn, Paul K. Feyerabend, Stephen Toulmin y Willard Quine (García et al., 2001:15).

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